Pues lo admito, no ha sido nada fácil pero ya creo haberlo entendido. Sí, me ha costado un poco pero después de casi un año conviviendo con este dichoso virus parece que todo empieza a tomar forma, a ponerse en orden. Por fin encuentro la lógica a tanta restricción. De primeras puede resultar un tanto lioso pero voy a intentar aclarárselo resumiendo los puntos fundamentales de manera esquemática y simplificada. Créanme, al final no es más que aplicar un poquito de coherencia y sentido común:
- La hostelería se cierra perimetralmente.
- Los contagios a partir de las 18 se confinan domiciliariamente hasta nueva PCR negativa.
- Los colegios e institutos abren y sólo podrán servir alcohol después del recreo.
- En los comercios no esenciales sólo se pueden reunir cuatro convivientes (las mascotas cuentan dependiendo de la edad).
- La movilidad geográfica se restringe en toda España (a no ser que estés en posesión del forfait, rifle en su defecto o en contacto directo con Donald Trump que es capaz de cualquier cosa “in his own way”).
- La vacuna Pfizer se aplicará primeramente a la población de alto riesgo: obviamente la encabezada por el cuerpo de ediles varios, cargos de la alta esfera y sus cónyuges.
- Eso sí, cuando el Gobierno central observe que España se está despoblando, podrá aplicar medidas un tanto más drásticas (hasta ahora nadie cuestiona que tenemos herramientas suficientes para doblegar la curva).
Pues eso, todo claro y coherente porque… ¿acaso alguien en su sano juicio ha dudado alguna vez que lo lógico es conjugar en términos de igualdad economía y salud? ¿Alguien no entiende que la función del Gobierno se centre más en derrotar al adversario político que al verdadero enemigo que nos viene azotando desde el pasado mes de Marzo? ¿A quién se le ocurre pensar en una guerra conjunta y cohesionada en lugar de en una lucha encabezada por 17 jefes de pelotón cada cual proponiendo soluciones locales y aisladas? (porque está claro que 34 ojos ven más que 2 pero lamentablemente, ante tan amplio paisaje, mirar en la misma dirección no es tarea fácil, sin embargo, inexcusablemente sí fundamental).
Llevamos 10 meses como “pollos sin cabeza”; de fase en fase, de restricción en restricción, de Estado de alarma en Estado de alarma (como si de un tablero de la mítica “Oca” se tratara).
Yo lo tengo claro: sin duda estamos luchando pero cada cual en su batalla: sanitarios en las trincheras de hospitales y centros de salud, comerciantes y hosteleros en sus negocios, docentes y alumn@s en sus iglús, población de riesgo en la soledad de su aislamiento… y obviamente, Ministros y Presidentes en el marco de la incoherencia e incompetencia desde sus púlpitos y salas de bandera (las únicas que nos recuerdan que todavía vivimos en una sociedad democrática en lugar de en una República bananera). Y subrayo lo de bananera porque sobra. Pero tal vez, llegados a este punto de exiliados, fugados, prófugos o desaparecidos me toque admitir, muy a mi pesar, que considerar la opción republicana podría, a mi entender, pasar de ser un fatal descalabro a tornarse en la oportunidad más justa, al menos una oportunidad, porque en medio del caos tiene que haberla…
Después de 10 largos y duros meses queda probado que nuestros gobernantes aún no son capaces de entender que como bien afirmaba Einstein no podemos obtener resultados diferentes cuando sus estrategias de incompetencia y sus despropósitos son siempre los mismos. No entienden que estamos agotados de surfear olas, necesitamos ya un mar en calma.
Y puesto que por mucho que nos lamentemos nada está en nuestras manos, quizás la tarea de hoy sería la de centrarnos en decidir si este fin de semana optamos por el “bono nieve” o por “coto privado”. Fácil solución: escopeta al coche y a pasearse por Andalucía para evitar que los corzos, ciervos, jabalíes y demás especies nos invadan.
Por otro lado, muy contentos y orgullosos tras salvar la Navidad, ahora todos nuestros esfuerzos están centrados en la temporada de esquí… ¡Abríguense no vayan a estas alturas a coger cualquier virus!
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